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martes, 10 de abril de 2012

DEMOCRACIA MORBOSA

La Pedriza, Peña Sirio  P1030352 r
* Fotografía de Tomas Mesón


Las cosas buenas que por el mundo acontecen obtienen en España solo un pálido reflejo. En cambio, curiosamente, las malas repercuten con increíble eficacia y adquieren entre nosotros mayor intensidad que en parte alguna. La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma de derecho público, parece ciertamente una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad

Cuanto más reducida sea la esfera de acción propia de una idea, más perturbadora será su influencia si se pretende proyectarla sobre la totalidad de la vida.
Por ejemplo:
[] Imagínese así un vegetariano en frenesí que aspire a mirar al mundo desde lo más alto de su vegetarianismo culinario….en arte censuraría todo cuanto no fuese paisaje hortelano; en economía nacional, sería eminentemente agrícola; en religión no admitiría sino las arcaicas divinidades cabalísticas; en cuestiones de indumentaria sólo vacilaría entre cáñamo, lino o esparto…cómo filósofo se obstinaría en propagar una botánica transcendental []

Cómo la democracia es una pura forma jurídica, incapaz de proporcionarnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son de derecho público , es decir , para casi toda nuestra vida , al hacer de ella principio integral de nuestra existencia se engendran las mayores extravagancias.

La época en que la democracia era un sentimiento saludable y de impulso ascendente, pasó .Lo que hoy se llama democracia es una degeneración de los corazones.
A Nietzsche debemos el descubrimiento del mecanismo que funciona en la conciencia pública degenerada: le llamó resentimiento.
Cuando el hombre se siente a si mismo inferior por carácter de ciertas calidades – inteligencia, valor o elegancia- procura indirectamente afirmarse ente su propia vista negando la excelencia de esas cualidades.
Vivimos rodeados de gente que no se estiman a si mismas y casi siempre con razón. Quisieran los tales que a toda prisa fuese decretada la igualdad entre los hombres; la igualdad ante la ley no les basta: ambicionan la declaración de que todos los hombres somos iguales en talento, sensibilidad, delicadeza y altura cordial. Cada día que tarda en realizarse esa irrealizable nivelación es una cruel jornada para esas criaturas “resentidas”, que se saben fatalmente condenadas a formar parte de la plebe moral e intelectual de nuestra especie.

Este estado de espíritu, empapado de ácidos corrosivos, se manifiesta más en aquellos oficios donde la ficción de las cualidades ausentes es menos posible.
Periodistas, profesores y políticos sin talento componen, por tal razón, el Estado Mayor de la envidia, que, como dice Quevedo, va tan flaca y amarilla, porque muerde y no come.
Lo que hoy llamamos “opinión pública” y “democracia” no es en gran parte sino la purulenta secreción de esas almas rencorosas.
ORTEGA Y GASSET



La Pedriza , Los Guerreros  .DSC_0020 r

* Fotografía de Tomas Mesón

Ya atisbaba Ortega en sus reflexiones a principios del siglo pasado el devenir de muchas de las consecuencias de un sentir democrático mal entendido, extensión sincera de una determinada ideología o forma de pensar, en este caso el constructivismo, que, tiene sus cimientos en el relativismo, el positivismo feroz, el igualitarismo, el roussionismo, etc. (es decir, la posmodernidad). Cimientos con los que se acaba montando una ideología intelectualmente endeble, pero, por ello mismo, muy atractiva para los intelectualmente mediocres, para los pseudo-filósofos , muy atractiva para los “culturetas” y las clases medias. Después viene la selección de los que defenderán desde los puestos públicos esa ideología. El resultado está a la vista de todos: los más ignorantes son los ocuparán los más elevados cargos.

Tras ese igualitarismo pseudoprogre se esconden el relativismo y el positivismo anti-intelectual anglosajón (¡así les ha ido a los británicos!). Si no existen verdades para todos (cosa que es rematadamente falsa), entonces lo que queda es la visión de cada cual, que el sistema debe respetar como (falso) principio de la democracia. La opinión del hijo será tan valiosa como la del padre, la del alumno como la del profesor, la del padre como la del docente, la del paciente como la del médico, la del iletrado como la del catedrático… ¡Qué remedio queda sino apelar a la tolerancia cuando, barrido lo universal-racional, no se puede aspirar al entendimiento, a lo común! El conflicto permanente de nuestra sociedad tiene su raíz en un igualitarismo y relativismo feroz instalado y enraizado y sin visos de cambio . El mayor problema de los españoles son los españoles mismos.